Subió al cerro y lo que vio la paralizo...Cuerpos inertes
pendían colgados con una soga alrededor de sus cuellos, eran sus dos hijos y
sus cinco nietos.
Esta mujer posiblemente ya con unos cuantos años, se
vistió de luto, puso un paño sobre una piedra
y se acostó sobre ella, se coloco muy cerca de sus seres queridos, ellos
habían pagado con sus vidas por cuestiones de sus antepasados.
Ahí estaba Rizpa cuidando de esos cuerpos, horas y horas,
días y noches espantando a todo animal que quisiera devorarlos; no quería que
aun muertos sus hijos y nietos sean la comida de buitres y animales salvajes.
Pasaron varios días cuando el rey se entero de lo que esta mujer estaba
haciendo, mando a retirar los cuerpos y darles sepultura.
Nunca permitamos que nuestra descendencia sea “la comida
del enemigo” Velemos por ellos, inculquémosle la sana doctrina, sus valores,
sus derechos, el amor, la pacificación, la caridad, la honestidad, las buenas
acciones.
En estos tiempos de tanta controversia, donde se han
cambiado los valores se necesitan mujeres y hombres que como Rizpa se levanten
con convicción y firmeza impidiendo que las “aves rapaces” se hagan una fiesta.