Su nombre significa “cabra montes”, así era ella, una
mujer inquieta.
Con su esposo se habían apartado de la tribu a la cual
pertenecían, se fueron a un valle y allí
instalaron una carpa, su marido se ocupaba del trabajo y ella cuidaba y atendía
los quehaceres del hogar.
Le daba dolor cuando le llegaban las noticias que su
pueblo vivía oprimido por un cruel general cananeo.
Cierto día ve que a su tienda llega corriendo una persona
y no es nada menos que el general, le vino a pedir auxilio porque estaba
huyendo de una batalla, (esta es mi oportunidad pensó Jael) el le pidió agua y
ella le dio leche. Hasta que vencido por el cansancio el general Sisara se
quedo dormido. Jael miro por su tienda y lo único que encontró fue una estaca y
un martillo, sin hacer ruido se acerco donde estaba Sisara y termino con su
vida.
Cada día a las puertas de “nuestra tienda” llega algún
Sisara que quiere invadirnos y aun ocupar nuestros pensamientos. Dios nos ha
dado armas y capacidades para vencerlos, jamás nos amedrentemos delante del que
quiere entrar a nuestra tienda.
Un bello poema que escribió Débora, en uno de sus
párrafos dice:
“¡Bendita seas Jael, esposa de Heber el quenita!
¡Bendita entre todas las mujeres de Israel”!
“Sisara te pidió agua y tu le diste leche para hacerlo
caer en un sueño profundo”
Perezcan tus enemigos oh Dios, mas los que te aman, sean
como el sol de mediodía”
Nos sigue contando la historia que a raíz de lo que hizo
Jael, en todo el territorio hubo cuarenta años de paz.