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lunes, 21 de mayo de 2012

Dos caminos


Cierto día le preguntaron a un hombre: ¿Qué tal fue el camino?  ---“Fue muy difícil, pero valió la pena”—


Recuerdo que cuando era niña iba a visitar a mis abuelos, ellos tenían un cuadro titulado “Los dos caminos”, como me gustaba pasar tiempo mirando ese cuadro, un camino era ancho, se podía transitar libremente sin obstáculos, era alegre, divertido, se veía mucho entretenimiento y mucha algarabía, pero el final del camino era horrible, siniestro, espantoso. El otro camino era angosto, los que caminaban lo hacían con precaución, iban atentos para no resbalar, salteaban los impedimentos que se presentaban, al final del camino se veía una ciudad resplandeciente, era de oro, perlas y el mar de cristal, aquellos que caminaban por ese camino entraban a esa ciudad.

La Biblia nos habla de estos caminos y tal vez no te des cuenta que todos estamos en uno de ellos.

Es muy fácil andar por el camino que lleva a la perdición, porque es un camino ancho y mucha gente va por el, pero es muy difícil andar por el camino que lleva a la vida, porque es un camino muy angosto, por eso son pocos lo que lo encuentran. El camino ancho es fácil porque libremente mentimos, defraudamos, engañamos, no hay temor, el camino angosto es muy difícil para afrontar cuando todas estas cosas se presentan y tenemos que rechazarlas, solo con la ayuda de Dios podemos resistir.

En la película “Reto de valientes” a Javier (uno de los protagonistas) lo ponen a prueba para ver hasta donde el es honesto y no cede a dejarse vencer por la mentira, puede pasar esa prueba con victoria, no fue fácil tomar la decisión pero “valió la pena”

Si estas caminando por el camino ancho estas a tiempo de cambiar de carril, para que al final del camino puedas decir: “Fue muy difícil, pero valió la pena”.

domingo, 6 de mayo de 2012

Cambio de valores


De lejos olía el aroma de la comida, había pasado todo el día en el campo y tenia mucho apetito.
Lo primero que hizo al entrar fue mirar la olla, al destaparla un perfume a hierbas frescas se mezclaban con una salsa roja, su hermano había cocinado un suculento guiso de lentejas. ¿Me vas a convidar esa comida tan sabrosa?  Te la daré a cambio de algo (dijo el hermano) Si tu me das la primogenitura yo te serviré un riquísimo plato. Sin pensarlo respondió: Si, te la daré para que la quiero, total algún día me moriré y de nada me servirá, llena el plato y dame pan para esa salsa enrojecida.
Fue así como Jacob ni lento ni perezoso recibió la primogenitura de su hermano por un plato de lentejas.
Pobre Esau no se dio cuenta el error que estaba cometiendo, un valor tan importante lo estaba cambiando solo por satisfacer su estomago.

La primogenitura era un derecho que tenía el hijo mayor, se le asignaban privilegios y responsabilidades especiales; incluía una doble porción de la herencia y el liderazgo de la familia al morir el padre.

A diario se presentan oportunidades para hacer “cambios de valores” en el matrimonio, en el hogar, en el trabajo, en los negocios etc. etc. Pongamos en la balanza cual son las prioridades, no seamos como Esau que por su mal proceder tuvo muchos dolores de cabeza a lo largo de su vida.
No cambiemos esos valores que Dios nos dio lo cuales enriquecen nuestra vida, no sea que por un plato de lentejas perdamos la paz y el gozo de la salvación.