De lejos
olía el aroma de la comida, había pasado todo el día en el campo y tenia mucho
apetito.
Lo primero
que hizo al entrar fue mirar la olla, al destaparla un perfume a hierbas
frescas se mezclaban con una salsa roja, su hermano había cocinado un suculento
guiso de lentejas. ¿Me vas a convidar esa comida tan sabrosa? Te la daré a cambio de algo (dijo el hermano)
Si tu me das la primogenitura yo te serviré un riquísimo plato. Sin pensarlo respondió:
Si, te la daré para que la quiero, total algún día me moriré y de nada me servirá,
llena el plato y dame pan para esa salsa enrojecida.
Fue así
como Jacob ni lento ni perezoso recibió la primogenitura de su hermano por un
plato de lentejas.
Pobre Esau
no se dio cuenta el error que estaba cometiendo, un valor tan importante lo
estaba cambiando solo por satisfacer su estomago.
La
primogenitura era un derecho que tenía el hijo mayor, se le asignaban
privilegios y responsabilidades especiales; incluía una doble porción de la
herencia y el liderazgo de la familia al morir el padre.
A diario se
presentan oportunidades para hacer “cambios de valores” en el matrimonio, en el
hogar, en el trabajo, en los negocios etc. etc. Pongamos en la balanza cual son
las prioridades, no seamos como Esau que por su mal proceder tuvo muchos
dolores de cabeza a lo largo de su vida.
No
cambiemos esos valores que Dios nos dio lo cuales enriquecen nuestra vida, no
sea que por un plato de lentejas perdamos la paz y el gozo de la salvación.
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