Un rabino quiso
saber como era el infierno y como era el cielo. “Yo te enseñare ambos”, le dijo
un profeta. Tomándole de la mano, le llevo a una habitación donde había una
gran olla con comida deliciosa, alrededor de la cual se encontraban un círculo
de personas, pero todas tristes, delgadas y de mal aspecto. Cuando se fijo,
comprobó que todas tenían en las manos cucharas demasiados largas y no podían
dirigirlas a la boca. Miraban la comida y no podían disfrutarla. “Este es el
infierno”, dijo el profeta.
Después entraron
en otra habitación. Todo parecía ser exactamente igual que en la anterior, pero
las personas aquí estaban felices, parecían sanas y bien alimentadas. Cuando el
rabino, extrañado, se fijo mejor, vio que con las largas cucharas se daban la
comida unos a otros, ayudándose así a comer. El rabino no pregunto donde se
hallaba, porque ya tenía la respuesta.
A diario nos
encontramos con personas que necesitan que les “demos de comer”, solo poniendo
nuestra mano en su hombro, o tal vez una palabra de ánimo, o diciéndole “Dios
te ama”, circunstancias se nos presentan de continuo, si lo ponemos en practica
nos veremos felices, sanos y bien
alimentados.
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