Busco y
busco y nada encontró, allí sentada en un burrito estaba su mujer, todos los
hospedajes estaban ocupados, la ciudad de Belén llena de ciudadanos que habían llegado por un censo, golpeo varias puertas pero la respuesta era
siempre la misma “No hay lugar”.
Ese niño
bendito en el vientre de María quería nacer… hasta que un mesonero le dice a José si quería alojarse en el establo donde pacían y dormían los
animales, ese fue el único lugar disponible, con sus manos preparo en el
pesebre una cunita con el forraje que encontró, y esa noche bendita
cuando todos allá en la ciudad ya estaban entregados al descanso… entre el asno
y la vaca, las ovejas y cabras nació el bebe escogido por Dios para ser el
Salvador del mundo.
En
pañales lo envolvieron y los animales le daban calor en esos días tan fríos de
ese país.
Así de
sencilla y humilde fue esa primera navidad, muy lejos a las nuestras de brillo,
pompas, comilonas.
Que en
esta navidad nos volvamos a aquella primera,
ofrezcamos nuestro corazón a
Jesús y digámosle que hay lugar para que “El” more para siempre.
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