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domingo, 23 de julio de 2017

Cadenas invisibles por Mary Romero

Al  leer una carta de un interno carcelario, privado de la libertad, interprete que: Cuantas veces decimos “somos libres” porque caminamos por la ciudad, somos alumnos de la universidad, somos operarios en la fábrica, o comerciantes, ejecutivos o profesionales, decidimos en compras y ventas, planificamos las vacaciones, ejecutamos decisiones en nuestros hijos y a veces en nuestros mayores. “actuamos libremente”.

Si bien, sin caer en enfermas adicciones como el alcohol, o las drogas, pornografía, ludopatía y en unas cuantas mas, tenemos cadenas “invisibles” que se instalan en la mente, en el pensamiento y en el corazón.
Son esas cadenas que sin ser de metal, aprisionan de tal forma que asfixian el intelecto. Tal vez fue, aquella falta de perdón, resentimiento, hipocresía, falsedad, o esos malos pensamientos ocultos escondidos en lo más intimo, dañan de tal manera que son “pesadas cadenas invisibles”.

En cierta ocasión Jesús se encontró con un grupo de personas y les dijo: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”, ellos se molestaron y le respondieron que “ellos eran libres porque no eran esclavos”, Jesús les respondió que serian libres de verdad si “El” perdonaba sus pecados.
Cadenas ocultas e invisibles que nos detienen, ahogan, asfixian, ellas no nos dejan vivir libres,  solamente Jesús las puede cortar.

Permitamos que el Señor Jesús nos libre de todas estas “cadenas” y así seremos libres de verdad.

sábado, 15 de julio de 2017

Cuando las heridas demoran en sanar por Mary Romero

Ella le dijo: Ya hace nueve años partió, pero todavía lo recuerdo y lloro por el como el primer día.
El muy tiernamente le tomo la mano y apoyando sus labios en sus oídos le dijo: ¿Lloras por el, o por vos?
Respondió: No entiendo lo que me quieres decir. El nuevamente le hablo en sus oídos; si supieras en donde esta, si supieras por donde camina, si supieras como se deleita con el verdor de los jardines, si supieras como moja sus pies en esas cascadas de aguas cristalinas, si supieras como el canto de los ángeles lo acompañan continuamente, si supieras que esa ciudad en donde vive es pura, que la luz de Dios brilla siempre, si supieras que allí todo es paz, allí no existen las lágrimas, no hay mas dolor.
¿Quieres que vuelva?  No... Dijo ella, acá sufrió mucho por esa cruel y dolorosa enfermedad, déjalo allí porque es feliz… pero tengo esta herida que no cura. El respondió: Curaras, y cuando veas la cicatriz que quedara, te recordara que tu amado es feliz, que esta esperando verte llegar.


Señor (dijo ella), yo iré a encontrarme con el, entrare por las puertas de perlas y cruzare el mar de cristal, de mi herida jamás me acordare y seremos felices por la eternidad.