Esa noche tuvo
un sueño horrible, imágenes feas en su cabeza, pesadillas; paso una noche muy
molesta e incomoda en su cama. Cuando se levanto en la mañana todavía tenia muy
presente lo que había soñado y jamás lo olvidaría.
Mientras tanto
a su esposo le esperaba un día muy difícil, muy temprano casi de madrugada ya
estaba instalado en su despacho, era el gobernador y tenia que decidir sobre un
caso de vida o muerte. Era la costumbre en esos tiempos que al llegar una de
las Fiestas mayores, daban libertad a un preso, era como una gracia o un
regalo. El gobernador presentaba a los presos elegidos y el pueblo decidía a
quien querían libre. En esa oportunidad dos eran los candidatos, uno era un reo
muy temido, un bandido que azotaba al pueblo, muy famoso por sus fechorías,
solo nombrarlo atemorizaba; el otro lo llamaban el “Mesías” su falta era
hacerse pasar por el “Hijo de Dios”. Uno hablaba de odio, el otro del amor; uno
mataba el otro decía “Yo pongo mi vida por ustedes”, uno mostraba venganza, el
otro perdón. Y ahí estaba el gobernador romano, un hombre cruel, que como todo
emperador de su tiempo disfrutaba con los espectáculos de tortura y muerte,
pero algo había en el “Mesías” que no podía quitar los ojos de el. En ese
conflicto estaba cuando recibe un mensaje de su esposa: “No te metas con ese
justo, porque es inocente, por causa de el anoche tuve un sueño horrible”
¿A cual de
estos dos quieren que deje libre? –dijo el gobernador- Y la gente enfurecida
gritaba: deja libre a Barrabas, y Jesús que muera en la cruz. El mensaje de su esposa retumbaba en su
cabeza “ES JUSTO” “Si ustedes lo quieren así será pero yo no soy culpable de la
muerte de este hombre” pidió agua y se lavo las manos diciendo:” Inocente soy
yo de la sangre de este justo”
Después de
azotarlo llevaron a Jesús al monte para ser crucificado.
La Biblia no
nos dice más acerca de la mujer de Pilato, pero es muy probable que a partir de
“ese sueño” no fue la misma. Según cuentan los historiadores se dice que mas
tarde Pilato se suicido y según la tradición su esposa, Procula, se hizo
cristiana.
“Del sueño jamás se olvido”
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