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martes, 14 de agosto de 2012

Una decision equivocada


Harapiento, sucio, maloliente, con hambre, andaba deambulando sin rumbo fijo.
En esas condiciones no era fácil encontrar algún trabajo; quien iba a querer emplearlo viendo su estado.
En poco tiempo se había quedado sin dinero, sin amigos, aquella ropa fina y elegante que un día lucio, se había convertido en trapos sucios, ni una moneda en sus bolsillos tan siquiera para comprar un poco de pan. Casi sin darse cuenta fue a parar a una casa de campo y allí lo mandaron a cuidar unos cerdos: como deseaba comer lo que esos animales tenían en su boca.
¿Cómo había podido llegar a semejante estado? Comenzó a recordar la hermosa casa que había dejado, la abundancia de comida, el buen confort, el amor de su padre, su hermano. Se preguntaba como se le ocurrió esa loca idea de pedirle a su padre la parte de los bienes que le correspondía, e irse a recorrer el mundo y “disfrutar”, pero todo eso pronto termino y allí estaba en el chiquero pensando que los sirvientes de su padre estaban en mejores condiciones que las de el.
Voy a regresar a la casa de papa-pensó-si no me quiere recibir como hijo le voy a pedir que me acepte como a un criado. Y allá se dirigió.
Arrastrando los pies, tomo el camino de vuelta a la casa, su padre que todos los días salía a ver si ese hijo querido regresaba; lo reconoció, corrió a recibirlo, lo abrazo, lo beso y preparo una gran fiesta para celebrar.

Que lastima perdió parte de su vida por una decisión equivocada.

Cuantas veces igual que este joven, tenemos en la mano una buena familia, un bienestar y por esas ideas que se cruzan en la mente, queremos un cambio, porque tal vez la rutina nos cansa, nos agobia, nos asfixia, queremos probar nuevas experiencias.
El querer alejarnos de Dios y hacer lo que a nosotros nos parece, nos va a traer consecuencias.
El rey David dice en uno de sus salmos: La ley de Dios es perfecta, y nos da nueva vida. Sus mandamientos son dignos de confianza pues dan sabiduría. Las normas de Dios son rectas y alegran el corazón. Sus “mandamientos” son puros y nos dan sabiduría. Nadie puede darse cuenta de los errores que comete. ¡Perdóname Dios mío, los pecados que cometo sin darme cuenta! ¡Líbrame del orgullo! ¡No dejes que me domine! Líbrame de la desobediencia para no pecar contra Ti. 

Busquemos la dirección de Dios para no equivocarnos en nuestras decisiones.

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