Cuando era adolescente
viví en una ciudad donde había una costumbre, cuando una persona fallecía
pagaban a un numero de mujeres todas vestidas de negro para que lloren en los
velorios, las llamaban las plañideras, era el oficio de estas mujeres cobrar
dinero para llorar.
Esta era una practica de
tiempos remotos, ya el profeta Jeremías hablaba de ellas, (Jeremías 9: 17).Se
presume que viene del tiempo de los egipcios, en varios países del mundo
todavía contratan a estas mujeres.
En cierta ocasión cuando
Jesús andaba por Galilea un hombre le
pidió que vaya a su casa porque su hija estaba muy grave, no había terminado de
hablar cuando vinieron unos mensajeros y le dijeron que deje todo así porque la
niña había muerto, a pesar de la situación Jesús fue a la casa de este jefe de la sinagoga.
Cuando entraron a la casa se encontraron con un gran alboroto, con mucha gente llorando a gritos y
lamentándose, los músicos listos con sus flautas preparados para el entierro, Jesús
pidió que se retiren que no lloren porque ella dormía, no estaba muerta, y así
fue la niña volvió a la vida e inmediatamente se levanto.
Que cambio produjo en la
casa de Jairo la presencia de Jesús, de luto a fiesta, de gritos de dolor a risa,
de plañideras a gozo, el rey David dijo: “Tu cambiaste mi tristeza y la
convertiste en baile. Me quitaste la ropa de luto y me pusiste ropa de fiesta,
mi Señor y Dios no puedo quedarme callado, por eso siempre te alabare.
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