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viernes, 12 de enero de 2018

Yoli

Cuento corto seleccionado en el 22 Certamen Internacional de Poesía y Cuento.


“Yoli”   por María de los Ángeles Romero

Colocó el diploma sobre el escritorio y dijo: -“Aquí lo tienes papa, es tuyo”- dio media vuelta y salió de la suntuosa oficina. El padre lo abrió y leyó: “Facultad de Derecho…Universidad y el Decano de la Facultad, considerando que Yolanda Adela Martínez natural de Chivilcoy Pcia. De Buenos Aires ha aprobado los cursos respectivos… por tanto…le expiden el Título de: Abogada”…  Esa fue la última mañana que vio a su hija.

Unos años atrás la joven Yoli se enamoro de un muchacho…el cadete de la prestigiosa empresa en donde su padre era el mayor accionista, fue un amor correspondido, se veían a la hora de la siesta cuando todo el pueblo descansaba; sus encuentros eran en la pintoresca plaza “España”, entre las pérgolas florecidas, la fuente y los bancos de azulejos importados, pasaban bellos momentos, proyectaban el futuro juntos, se veían unidos llegando a la vejez… con hijos, nietos y una hermosa familia… llenos de amor  en una sencilla y modesta casa… proyectos y más proyectos… sueños y más sueños…hasta… que don Eleuterio Martínez se entero...
El señor Martínez (como lo llamaban sus empleados) puso el grito en el cielo, era imposible que su hija una muchacha con clase, de alta sociedad, con un futuro brillante, se relacione con un simple cadete, hijo de madre soltera, sin ningún porvenir a simple vista. No soportaría los rumores de la aristocracia en las reuniones, tampoco las curiosas miradas de esas señoras coquetas de grandes sombreros,  ni las preguntas de los señores vestidos de frac…Tenía que separar para siempre a los enamorados… Y la oportunidad llegó, cuando Yoli terminó los estudios secundarios. La inscribió en la Facultad de Derecho de la ciudad de Buenos Aires, inútiles fueron los ruegos de la madre implorando que tenga compasión, como dejar a una muchacha tan joven ir a vivir sola a la gran ciudad. El señor Martínez no escucho, se mantuvo firme con su dura decisión.  Y allá se fue Yoli, en pocos años finalizó con éxito la carrera de derecho.

 Pero después de aquella mañana en la  que colocó el diploma sobre el escritorio; no supieron más nada de ella. Comenzó la búsqueda; por tierra y por mar…rastreando cada lugar y cada rincón; todo con resultado negativo, la desesperación de los padres iba en aumento; cuando la justicia interrogo a  Juan Carlos (el cadete) la respuesta fue simple, “no se nada”.

Pasaron varios meses hasta que un día el cartero dejó un sobre en el buzón de la casa de los Martínez, el remitente era de la ciudad de Córdoba (Argentina) “Monasterio San José de las Carmelitas Descalzas”. “! No puede ser!” decía el señor Martínez;  con sus manos temblorosas sostenía el sobre…  la misiva decía que Yolanda Adela Martínez  había iniciado el noviciado hasta el día que tome los hábitos, (con voluntad propia) como Monja de clausura.
Rápidamente el matrimonio Martínez  viajo a la capital de Córdoba convencidos  que hablando con su hija la harían retraer de sus actos. Para sorpresa de ellos las autoridades del Monasterio, explicaron que las “novicias” tenían un año a prueba, luego de ese tiempo podían desistir o tomar los hábitos, realizaban una ceremonia en una nave principal del Monasterio. Los Martínez regresaron a Chivilcoy sin ver a su hija, solo vieron su delgada figura detrás de una puerta de grueso cristal. Todo ese año enviaron cartas  a Yoli sin saber si las leería, tampoco sabían si consumiría las provisiones que semanalmente despachaban en las encomiendas. Un año vivieron con la esperanza de ver entrar por el recibidor de la casa a su hija; eso jamás pasó.
La madre se encerró dentro de las paredes de su casa, nunca más salió de ella; hasta el día que falleció, se comentaba en el pueblo que murió de tristeza; el padre se retiro de la vida social, las reuniones que asistía eran solo de trabajo;  pasaba horas encerrado en su oficina, en la pared detrás del escritorio colgaba un diploma: “Abogada Yolanda Adela Martínez”.

Yoli cambió su nombre, su ropa, sus hábitos, las costumbres, no usaba calzado en sus pies, solamente bebía agua, consumía las verduras del huerto que con sus compañeras cultivaban, siempre el mismo plato, la misma taza, el mismo vaso; se quedo detrás de esos anchos muros, de esas rejas… como Monja de Clausura; ahí quedó con las penitencias, entre plegarias y rezos, fue una más de las “Carmelitas Descalzas, del Monasterio San José” en la provincia de Córdoba.    
                                                                                 


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